El programa Más Familias, dependiente del Ministerio de Desarrollo Humano, acompaña a niñas, niños y adolescentes que no pueden permanecer con su familia de origen, garantizando que crezcan en un entorno seguro y afectivo.
La iniciativa impulsa una red de contención que permite que más chicos crezcan rodeados de amor —aunque sea por un tiempo— mientras se define su situación familiar.
El programa ofrece acompañamiento técnico, cobertura médica y apoyo integral a las familias que deciden brindar cuidado temporal. Además, cuenta con cuatro modalidades de participación, disponibles en www.cba.gov.ar/programa/mas-familias.
En distintos rincones de Córdoba laten historias que reflejan el espíritu de este programa: empatía, compromiso y segundas oportunidades. Historias que unen a quienes eligen abrir su casa y su corazón con quienes necesitan un abrazo y un hogar.
Un hogar que se agranda
A 290 kilómetros de la capital, en Monte Maíz, un pueblo de calles tranquilas, Celeste Tejeda y su esposo Aníbal decidieron sumarse al programa y recibir en su casa a una niña que necesitaba contención.
“Siempre quise hacerlo, desde chica”, cuenta Celeste. “Me acuerdo de ir con mi abuela a darles la leche a los chicos. Yo la ayudaba con la tarea, y creo que ahí empezó todo”.
Con dos hijos de 5 y 11 años, la pareja se sumó a Más Familias para ofrecer cuidado temporal. Lo que comenzó como un gesto solidario se convirtió en una experiencia transformadora.
“La primera vez que la vimos lloramos todos. Ella nos dijo: ustedes van a ser mi mamá y mi papá. Fue muy fuerte. En ese instante entendimos lo que significaba realmente abrirle la puerta a alguien más”, recuerda Celeste.
Aníbal, bombero voluntario, confiesa que al principio sintió incertidumbre. “No sabíamos cómo sería, pero cuando la conocimos fue pura emoción”.
Con el tiempo, la niña se integró plenamente. “Mis padres, mi hermana, todos la aceptaron enseguida. Y en el pueblo también. La gente se acercaba con ropa, útiles, palabras de aliento. Te das cuenta de que la familia se agranda… y la comunidad también”, dice Celeste.
El espíritu solidario contagió incluso a sus compañeros del cuartel. “Se agrandó la familia”, dijeron entre risas. “Es una más, y eso se siente”, resume Aníbal.

Un vínculo que nació del voluntariado
En Córdoba capital, la historia de Lucas López también está atravesada por el compromiso. Conoció al niño que hoy vive con él cuando era coordinador Scout y visitaba el hogar Bainotti.
“Él tenía apenas cuatro años. Con el tiempo, empecé a ir como voluntario, y sin darme cuenta el vínculo se volvió cada vez más fuerte”, cuenta.
Años después, Lucas se inscribió en el programa Más Familias, atravesó las entrevistas y capacitaciones necesarias y, finalmente, pudo recibir al niño en su casa. “Lo más emocionante fue cuando me dijeron que podía quedarse conmigo. No lo podía creer. Fue un antes y un después”, recuerda.
Hoy comparten rutinas, juegos y aprendizajes. “Al principio fue una adaptación mutua: yo a su tiempo, él al mío. Después vino integrarlo a mi familia, con mis sobrinos y hermanas. Hoy ya está ensamblado, y eso es maravilloso”, dice con una sonrisa.
Historias que cambian vidas
En ambos relatos hay un mismo hilo conductor: la decisión de acompañar. De ser refugio. De brindar amor sin esperar nada a cambio.
“Uno no puede cambiar el mundo entero, pero sí puede cambiar el mundo de un niño”, reflexiona Celeste.
Lucas coincide: “Se necesitan más manos. No es imposible. Acompañar a un niño o adolescente en estas situaciones es algo que marca para siempre”.
Las transformaciones que provoca este programa son silenciosas, pero profundas. “La huella que deja un niño de acogida no se olvida más. Queda en ellos, y en nosotros también”, dice Celeste.
Lucas lo resume de otro modo: “Antes vivía solo con mis dos perritos. Hoy mi vida cambió por completo. Aprendí a compartir, a construir un nosotros”.